El pasado lunes 26 de Enero tuvo lugar, organizado por el
Consejo Social, un encuentro sobre el Emprendimiento
en la Universidad Pública de Navarra. Hubo nutrida asistencia de personas de
dentro y fuera de la casa, en particular de aquellos que forman parte del
denominado Foro Social.
En su introducción el presidente del Consejo Social, Román
Felones, recomendó con acierto que en el debate procurásemos huir de los
tópicos, intentando ser constructivos. Tras las presentaciones de Cristina
Bayona (directora de área de Transferencia de Conocimiento), Ignacio Matías
(profesor de la UPNA, en calidad de emprendedor) y Carlos Fernández Valdivielso
(Director Gerente de SODENA), se produjo un debate con aportaciones variadas,
constructivas e interesantes.
Pero hete ahí que, cuando la cosa terminaba, uno de los
invitados se despachó con el consabido argumento del alejamiento de la
Universidad de las Empresas, el desconocimiento de la investigación que hace la
Universidad, y que en junio tenemos exámenes y en verano vacaciones y, por
tanto no atendemos los requerimientos de la (su) empresa. Por educación, y
porque no era el lugar, no se me ocurrió rebatir con datos no ya solo que eso
era una opinión poco sólida, sino que además estaba mintiendo en parte de la información
aportada. Por suerte, un joven profesor contratado doctor de la casa se encargó
con cierta ironía de poner las cosas en su sitio.
Pero hete ahí también que,
al decir que era profesor “contratado” y que él trabajaba muchas horas e
incluso los fines de semana, otra persona presente intervino y con “mucha gracia”
dijo: “¿has dicho que eres contratado?”, dando a entender que si fuera funcionario
no trabajaría tanto.
Puedo llegar a aceptar tópicos como los anteriores, y estoy
casi convencido de que es imposible luchar contra ellos, cuando mi padre, año
tras año, me sigue preguntando al llegar los sanfermines eso de “¿Qué?¿hasta
septiembre fiesta no?”, obligándome a responder: “No, papá, en la Universidad seguimos
trabajando”. Pero lo que no puedo soportar es la mala educación. A mí me
enseñaron de pequeño que si alguien me invita a su casa, y acepto, debo ser en
primer lugar agradecido. Si no me gusta la comida que me ofrecen decir educadamente
que no me apetece, y no opinar sobre un cuadro que me parece horrible salvo que
insistan en que dé mi opinión.
Solo la mala educación, o la mala fe, pueden explicar la
actitud de algunos a los que invitas a tu casa a que den su opinión sobre un
asunto y aprovechan para escupir sus prejuicios y tópicos sobre otros que nada
tienen que ver. Dicho esto, reconocer que la buena educación y la actitud
positiva fueron, hechas estas excepciones, la norma en el resto de los asistentes, y así debo
hacerlo notar y agradecer.