lunes, 13 de abril de 2015

Innovación desde la Universidad Pública de Navarra

NOTA: Esta entrada reproduce la colaboración realizada para la revista Negocios en Navarra en su número especial de Marzo de 2015 sobre Innovación.

Escribía en este medio hace unos cuantos meses sobre este mismo tema, y relataba entonces los diferentes mecanismos e instrumentos que desde la Universidad Pública de Navarra se utilizan para fomentar la traslación de resultados de la investigación en innovaciones, esto es, en productos, procesos o servicios de valor comercial o social. Me piden ahora, con motivo del aniversario de Negocios en Navarra, escribir sobre este mismo asunto y lógicamente debo abordarlo desde otra perspectiva para no repetir ideas y argumentos. Sin embargo, sí que me gustaría insistir, como entonces, en una cuestión previa y es la de negar el discurso, por suerte cada vez menos extendido, del alejamiento entre la investigación universitaria y las necesidades de las empresas, y por tanto de la innovación. Muchos datos de los que me he hecho eco en otras ocasiones así lo atestiguan de forma palmaria. En el caso particular de la Universidad Pública de Navarra, la última edición del U-Ranking del BBVA-IVIE publicada en marzo vuelve a ponernos en las posiciones de cabeza en “Desarrollo Tecnológico e Innovación”, superados por universidades de corte politécnico. En esa clasificación se tienen en cuenta indicadores que miden ingresos por contratos y servicios a empresas, patentes o cursos de formación continua.

El proceso que conduce a una innovación no se ve, ya desde hace mucho tiempo, como un mecanismo lineal, simple, que lleva la generación de un conocimiento o idea nueva (por ejemplo en la universidad)  a un producto con valor práctico o comercial (desarrollado en una empresa).  Hoy día se reconoce que el proceso puede ser, o es, mucho más complejo que todo eso y paradigmas como la innovación abierta (open innovation) plantean la necesidad de múltiples actores, con conexiones complejas que dan lugar a esas deseadas innovaciones. En este sentido, las Universidades, en la medida en que una de sus misiones básicas es la de generación de conocimiento a través de la investigación, son agentes clave en el  ecosistema de la innovación. De hecho, lo han sido siempre, aunque de forma inconsciente y no explícita. No es necesario relatar cuántos frutos de la investigación (universitaria o no) constituyen la base de innovaciones radicales que han servido al progreso y al bienestar humano, y evidentemente al desarrollo económico.  

Sin embargo, la posición y el papel de las universidades en estas cuestiones han evolucionado, de forma muy rápida en las dos últimas décadas, y lo seguirán haciendo. El primer cambio tiene como base la propia concienciación de ser parte del proceso de innovación: llegar a un resultado tangible, aplicable, y no digamos ya vendible, no era un parámetro que generalmente se considerara al plantear un proyecto de investigación, sino que como mucho se presumía sería consecuencia natural cuando “otros” repararan en su valor. Hoy día, la orientación hacia resultados tangibles está presente, en mayor o menor medida dependiendo de la disciplina, en muchas de las investigaciones que se inician, y de hecho es más habitual que sea un parámetro fundamental a la hora de asignar financiación al proyecto. Las convocatorias del programa H2020 de la Unión Europea son un buen ejemplo de ello.

El segundo cambio tiene que ver con el tiempo. Poco importaba antes que los resultados más tangibles o prácticos de una investigación llegaran al cabo de mucho tiempo, si alguna vez lo hacían. Las investigaciones de corte más fundamental requieren de plazos medios o largos y de continuidad para producir sus frutos más relevantes, pero eso debe y puede ser compatible con extraer a lo largo del proceso frutos en tiempos cortos. A veces resultados fallidos o marginales, sin interés en el objetivo final, tienen aplicación en otros ámbitos, pero para que sea así es necesario estar concienciado y preparado para identificarlos. La investigación espacial o la de altas energías son un buen ejemplo de ellos.

Pero naturalmente esta visión finalista no puede adquirirse desde una posición aislada en el sistema de innovación, sino que requiere de una interacción permanente con el resto de agentes, entre los que se cuentan empresas, centros de investigación, facilitadores (OTRIS, consultores…) y la Administración. Y por supuesto con una visión y alcance absolutamente globales, dado que la innovación no conoce fronteras. Es por tanto imprescindible explorar cualquier tipo de cauce que facilite en primer lugar el conocimiento y en segundo la interacción entre los diferentes agentes mencionados más arriba. Es más, cuando a veces y de forma simplista hablamos de “la universidad” o “la empresa” (especialmente la grande) como entes monolíticos, pasamos por alto que dentro de ellas hay a su vez muchos compartimentos estancos que necesitan comunicarse entre sí, además de con el exterior.

En este sentido, y en lo que se refiere a la Universidad Pública de Navarra y a nuestra Comunidad por extensión, se han dado en los últimos meses varias circunstancias que pueden ser claves para acelerar los procesos de innovación en los que estamos inmersos. Dentro de la propia Universidad está la creación de los dos primeros Institutos de Investigación (Smart Cities y Advanced Materials), a los que seguirán previsiblemente otros. En su concepción está el objetivo de fomentar la interacción entre nuestros propios investigadores en entornos multidisciplinares, y el de conseguir una mejor interlocución con el entorno, tanto local como nacional e internacional. Está previsto que estos Institutos establezcan mecanismos de comunicación permanente con el sector productivo y la sociedad. Si bien los investigadores que configuran estos institutos tienen una amplia y acreditada experiencia investigadora y de colaboración con la empresa, el nuevo marco de los institutos está preparado para facilitar el camino hacia la innovación.

Otro elemento llamado a tener un enorme impacto en la misma dirección, pero a medio y largo plazo, es la creación de la Escuela de Doctorado de Navarra, EDONA. La Escuela, en su primer año de andadura, nace de acuerdo con un nuevo modelo en la formación de investigadores, en el que la visión de los doctores como agentes claves en la innovación es un sello de identidad. Es fundamental que los futuros investigadores inicien su proceso formativo con una perspectiva mucho más abierta que la de especializarse en un ámbito investigador concreto, como ocurría en el pasado. Pretendemos ahora que sean más permeables a la influencia del entorno productivo y que adquieran capacidades y habilidades de comunicación con él, y que además se produzca una mayor interacción entre doctorandos de ámbitos de conocimiento diferentes. La propia Escuela incluye en su comité de dirección personas ajenas a la Universidad que pueden ayudar a orientar correctamente esta nueva estrategia. Entre otros elementos, queremos fomentar doctorados industriales que, bajo la dirección académica universitaria, se desarrollen esencialmente en empresas o centros tecnológicos.
Un tercer elemento tiene que ver con la creación de empresas a partir de resultados de la investigación universitaria, denominadas EBTs (Empresas de Base Tecnológica) en sentido amplio aunque su negocio no esté basado necesariamente en tecnología. Se trata de facilitar el camino hacia la comercialización de resultados de investigaciones, con la implicación y participación de los propios investigadores en la empresa, y que culmina un proceso iniciado en la universidad. Las universidades estamos comprometidas desde hace tiempo en el fomento y la incentivación de este tipo de iniciativas porque constituyen un mecanismo muy eficiente de convertir la investigación en innovación. No solo eso sino que hemos desarrollado procedimientos y mecanismos que, de acuerdo con modificaciones legislativas recientes, permiten a las universidades participar en el capital de las empresas así creadas, dotándolas de un mayor impulso y posibilitando eventualmente el retorno de beneficios. En esta línea, en fechas recientes la Universidad Pública de Navarra ha aprobado la participación en dos empresas creadas por investigadores de la casa, NADETECH Y NAUDIT, y se estima que este año habrá al menos otras tantas. Es oportuno destacar aquí que los investigadores (profesores) que están detrás de estas empresas acreditan trayectorias investigadoras muy relevantes, lo que demuestra que investigación básica e innovación no son incompatibles.


No quiero terminar esta colaboración sin mencionar un hecho, externo a la Universidad Pública de Navarra, pero que creo está llamado a tener un gran impacto en la mejora del ecosistema de innovación en Navarra. Me refiero a la creación de la corporación tecnológica Aditech, que aglutina centros tecnológicos ya existentes en nuestra comunidad. Me refería antes a la necesidad de una intensa interrelación y colaboración entre los diferentes agentes para mejorar la eficiencia en los procesos de innovación, y en este sentido Aditech nace con vocación de estrecha colaboración con la Universidad, actuando entre otras cosas como tractora de resultados de investigación hacia el mercado.