viernes, 15 de mayo de 2015

AGRADECIMIENTO

Las muestras de apoyo, cariño, agradecimiento, ...están siendo tantas en estas últimas horas que no encuentro minutos suficientes de corresponderlas de manera personal en la forma que debiera. Lo seguiré haciendo a lo largo de estos días.
Sirva esta entrada pues para decir colectivamente que me siento honrado, agradecido y también abrumado por el apoyo recibido. En primer lugar de la comunidad universitaria, los que me han votado, y los que no habiéndolo hecho están dispuestos también a apoyar un proyecto que entienden es de todos. También de personas e instituciones ajenas a la UPNA y que a través de mi persona están mostrando el apoyo a la Universidad.
Finalmente a mi colega Jorge Nieto por haber tenido la generosidad de presentarse a estas elecciones, defendiendo un proyecto alternativo, que ha animado un debate que ha sido fructífero.



martes, 12 de mayo de 2015

Final de Campaña

A lo largo de estos últimos días he dado a conocer mi proyecto para los próximos cuatro años para la Universidad Pública de Navarra. El proyecto, presentado de forma abierta y participativa, se ha enriquecido con los debates y propuestas en los que ha participado un número elevado de miembros de la comunidad universitaria.

Esta participación demuestra una vez más que la universidad está dispuesta y deseosa de implicarse y trabajar en un proyecto ilusionante que consiga hacer avanzar de forma significativa a nuestra Universidad. Por mi parte, me comprometo a dirigir y liderar ese proyecto poniendo en él toda mi experiencia, trabajo y pasión. Espero poder contar para ello con tu confianza, y por supuesto con tu participación. 

sábado, 9 de mayo de 2015

Pasado el ecuador de la campaña

Pasado el ecuador de la campaña electoral en la UPNA, cansancio y enorme satisfacción. Han sido, además de la rueda de prensa, seis entrevistas a medios de comunicación y nueve encuentros con la comunidad universitaria. Con la excepción del primero cuya convocatoria quizás fue un tanto precipitada, los encuentros han tenido una muy nutrida asistencia, por encima de 300 personas en total, a lo que se suman hasta hoy 4.868 accesos a páginas de este Blog. Las preguntas sobre mi proyecto han derivado en intensos e interesantes debates sobre cuestiones universitarias que han puesto de manifiesto las diferentes visiones entorno a los mismos.

Esto reafirma mi percepción de que una gran parte de nuestra comunidad universitaria está deseosa de un debate en profundidad, en el que poder expresar sus puntos de vista, escuchar y ser escuchados. Creo que es necesario crear cauces para facilitar estos debates más allá del periodo electoral. Tomo nota.

martes, 5 de mayo de 2015

Presentación de mi candidatura a Rector de la UPNa

Hoy comienza oficialmente la campaña electoral a rector de la Universidad Pública de Navarra. He tomado la decisión de presentar mi candidatura, por lo que a lo largo de estos días presentaré y debatiré mi proyecto para los próximos cuatro años, y escucharé las propuestas e inquietudes de toda la comunidad universitaria.

Este blog personal, que abrí hace ya más de tres años y en el que he volcado mis opiniones sobre la universidad, servirá ahora como un medio más de comunicación de mi candidatura no solo para toda la comunidad universitaria, sino también para el conjunto de la sociedad, que es a quien la Universidad debe servir.

En él podrás encontrar los detalles del proyecto y, lo que no es menos importante, un resumen de mi trayectoria, mis motivaciones, mi compromiso y mis visiones sobre la universidad presente y sobre su futuro. También encontrarás información actualizada de las novedades de la candidatura, el calendario de encuentros, y por supuesto podrás introducir los comentarios y preguntas que desees sean respondidas, con la única condición de que te identifiques.

lunes, 13 de abril de 2015

Innovación desde la Universidad Pública de Navarra

NOTA: Esta entrada reproduce la colaboración realizada para la revista Negocios en Navarra en su número especial de Marzo de 2015 sobre Innovación.

Escribía en este medio hace unos cuantos meses sobre este mismo tema, y relataba entonces los diferentes mecanismos e instrumentos que desde la Universidad Pública de Navarra se utilizan para fomentar la traslación de resultados de la investigación en innovaciones, esto es, en productos, procesos o servicios de valor comercial o social. Me piden ahora, con motivo del aniversario de Negocios en Navarra, escribir sobre este mismo asunto y lógicamente debo abordarlo desde otra perspectiva para no repetir ideas y argumentos. Sin embargo, sí que me gustaría insistir, como entonces, en una cuestión previa y es la de negar el discurso, por suerte cada vez menos extendido, del alejamiento entre la investigación universitaria y las necesidades de las empresas, y por tanto de la innovación. Muchos datos de los que me he hecho eco en otras ocasiones así lo atestiguan de forma palmaria. En el caso particular de la Universidad Pública de Navarra, la última edición del U-Ranking del BBVA-IVIE publicada en marzo vuelve a ponernos en las posiciones de cabeza en “Desarrollo Tecnológico e Innovación”, superados por universidades de corte politécnico. En esa clasificación se tienen en cuenta indicadores que miden ingresos por contratos y servicios a empresas, patentes o cursos de formación continua.

El proceso que conduce a una innovación no se ve, ya desde hace mucho tiempo, como un mecanismo lineal, simple, que lleva la generación de un conocimiento o idea nueva (por ejemplo en la universidad)  a un producto con valor práctico o comercial (desarrollado en una empresa).  Hoy día se reconoce que el proceso puede ser, o es, mucho más complejo que todo eso y paradigmas como la innovación abierta (open innovation) plantean la necesidad de múltiples actores, con conexiones complejas que dan lugar a esas deseadas innovaciones. En este sentido, las Universidades, en la medida en que una de sus misiones básicas es la de generación de conocimiento a través de la investigación, son agentes clave en el  ecosistema de la innovación. De hecho, lo han sido siempre, aunque de forma inconsciente y no explícita. No es necesario relatar cuántos frutos de la investigación (universitaria o no) constituyen la base de innovaciones radicales que han servido al progreso y al bienestar humano, y evidentemente al desarrollo económico.  

Sin embargo, la posición y el papel de las universidades en estas cuestiones han evolucionado, de forma muy rápida en las dos últimas décadas, y lo seguirán haciendo. El primer cambio tiene como base la propia concienciación de ser parte del proceso de innovación: llegar a un resultado tangible, aplicable, y no digamos ya vendible, no era un parámetro que generalmente se considerara al plantear un proyecto de investigación, sino que como mucho se presumía sería consecuencia natural cuando “otros” repararan en su valor. Hoy día, la orientación hacia resultados tangibles está presente, en mayor o menor medida dependiendo de la disciplina, en muchas de las investigaciones que se inician, y de hecho es más habitual que sea un parámetro fundamental a la hora de asignar financiación al proyecto. Las convocatorias del programa H2020 de la Unión Europea son un buen ejemplo de ello.

El segundo cambio tiene que ver con el tiempo. Poco importaba antes que los resultados más tangibles o prácticos de una investigación llegaran al cabo de mucho tiempo, si alguna vez lo hacían. Las investigaciones de corte más fundamental requieren de plazos medios o largos y de continuidad para producir sus frutos más relevantes, pero eso debe y puede ser compatible con extraer a lo largo del proceso frutos en tiempos cortos. A veces resultados fallidos o marginales, sin interés en el objetivo final, tienen aplicación en otros ámbitos, pero para que sea así es necesario estar concienciado y preparado para identificarlos. La investigación espacial o la de altas energías son un buen ejemplo de ellos.

Pero naturalmente esta visión finalista no puede adquirirse desde una posición aislada en el sistema de innovación, sino que requiere de una interacción permanente con el resto de agentes, entre los que se cuentan empresas, centros de investigación, facilitadores (OTRIS, consultores…) y la Administración. Y por supuesto con una visión y alcance absolutamente globales, dado que la innovación no conoce fronteras. Es por tanto imprescindible explorar cualquier tipo de cauce que facilite en primer lugar el conocimiento y en segundo la interacción entre los diferentes agentes mencionados más arriba. Es más, cuando a veces y de forma simplista hablamos de “la universidad” o “la empresa” (especialmente la grande) como entes monolíticos, pasamos por alto que dentro de ellas hay a su vez muchos compartimentos estancos que necesitan comunicarse entre sí, además de con el exterior.

En este sentido, y en lo que se refiere a la Universidad Pública de Navarra y a nuestra Comunidad por extensión, se han dado en los últimos meses varias circunstancias que pueden ser claves para acelerar los procesos de innovación en los que estamos inmersos. Dentro de la propia Universidad está la creación de los dos primeros Institutos de Investigación (Smart Cities y Advanced Materials), a los que seguirán previsiblemente otros. En su concepción está el objetivo de fomentar la interacción entre nuestros propios investigadores en entornos multidisciplinares, y el de conseguir una mejor interlocución con el entorno, tanto local como nacional e internacional. Está previsto que estos Institutos establezcan mecanismos de comunicación permanente con el sector productivo y la sociedad. Si bien los investigadores que configuran estos institutos tienen una amplia y acreditada experiencia investigadora y de colaboración con la empresa, el nuevo marco de los institutos está preparado para facilitar el camino hacia la innovación.

Otro elemento llamado a tener un enorme impacto en la misma dirección, pero a medio y largo plazo, es la creación de la Escuela de Doctorado de Navarra, EDONA. La Escuela, en su primer año de andadura, nace de acuerdo con un nuevo modelo en la formación de investigadores, en el que la visión de los doctores como agentes claves en la innovación es un sello de identidad. Es fundamental que los futuros investigadores inicien su proceso formativo con una perspectiva mucho más abierta que la de especializarse en un ámbito investigador concreto, como ocurría en el pasado. Pretendemos ahora que sean más permeables a la influencia del entorno productivo y que adquieran capacidades y habilidades de comunicación con él, y que además se produzca una mayor interacción entre doctorandos de ámbitos de conocimiento diferentes. La propia Escuela incluye en su comité de dirección personas ajenas a la Universidad que pueden ayudar a orientar correctamente esta nueva estrategia. Entre otros elementos, queremos fomentar doctorados industriales que, bajo la dirección académica universitaria, se desarrollen esencialmente en empresas o centros tecnológicos.
Un tercer elemento tiene que ver con la creación de empresas a partir de resultados de la investigación universitaria, denominadas EBTs (Empresas de Base Tecnológica) en sentido amplio aunque su negocio no esté basado necesariamente en tecnología. Se trata de facilitar el camino hacia la comercialización de resultados de investigaciones, con la implicación y participación de los propios investigadores en la empresa, y que culmina un proceso iniciado en la universidad. Las universidades estamos comprometidas desde hace tiempo en el fomento y la incentivación de este tipo de iniciativas porque constituyen un mecanismo muy eficiente de convertir la investigación en innovación. No solo eso sino que hemos desarrollado procedimientos y mecanismos que, de acuerdo con modificaciones legislativas recientes, permiten a las universidades participar en el capital de las empresas así creadas, dotándolas de un mayor impulso y posibilitando eventualmente el retorno de beneficios. En esta línea, en fechas recientes la Universidad Pública de Navarra ha aprobado la participación en dos empresas creadas por investigadores de la casa, NADETECH Y NAUDIT, y se estima que este año habrá al menos otras tantas. Es oportuno destacar aquí que los investigadores (profesores) que están detrás de estas empresas acreditan trayectorias investigadoras muy relevantes, lo que demuestra que investigación básica e innovación no son incompatibles.


No quiero terminar esta colaboración sin mencionar un hecho, externo a la Universidad Pública de Navarra, pero que creo está llamado a tener un gran impacto en la mejora del ecosistema de innovación en Navarra. Me refiero a la creación de la corporación tecnológica Aditech, que aglutina centros tecnológicos ya existentes en nuestra comunidad. Me refería antes a la necesidad de una intensa interrelación y colaboración entre los diferentes agentes para mejorar la eficiencia en los procesos de innovación, y en este sentido Aditech nace con vocación de estrecha colaboración con la Universidad, actuando entre otras cosas como tractora de resultados de investigación hacia el mercado.

lunes, 2 de febrero de 2015

Los tópicos sobre la Universidad o la mala educación

El pasado lunes 26 de Enero tuvo lugar, organizado por el Consejo Social, un encuentro sobre el Emprendimiento en la Universidad Pública de Navarra. Hubo nutrida asistencia de personas de dentro y fuera de la casa, en particular de aquellos que forman parte del denominado Foro Social.

En su introducción el presidente del Consejo Social, Román Felones, recomendó con acierto que en el debate procurásemos huir de los tópicos, intentando ser constructivos. Tras las presentaciones de Cristina Bayona (directora de área de Transferencia de Conocimiento), Ignacio Matías (profesor de la UPNA, en calidad de emprendedor) y Carlos Fernández Valdivielso (Director Gerente de SODENA), se produjo un debate con aportaciones variadas, constructivas e interesantes.

Pero hete ahí que, cuando la cosa terminaba, uno de los invitados se despachó con el consabido argumento del alejamiento de la Universidad de las Empresas, el desconocimiento de la investigación que hace la Universidad, y que en junio tenemos exámenes y en verano vacaciones y, por tanto no atendemos los requerimientos de la (su) empresa. Por educación, y porque no era el lugar, no se me ocurrió rebatir con datos no ya solo que eso era una opinión poco sólida, sino que además estaba mintiendo en parte de la información aportada. Por suerte, un joven profesor contratado doctor de la casa se encargó con cierta ironía de poner las cosas en su sitio.

Pero hete ahí también que, al decir que era profesor “contratado” y que él trabajaba muchas horas e incluso los fines de semana, otra persona presente intervino y con “mucha gracia” dijo: “¿has dicho que eres contratado?”, dando a entender que si fuera funcionario no trabajaría tanto.

Puedo llegar a aceptar tópicos como los anteriores, y estoy casi convencido de que es imposible luchar contra ellos, cuando mi padre, año tras año, me sigue preguntando al llegar los sanfermines eso de “¿Qué?¿hasta septiembre fiesta no?”, obligándome a responder: “No, papá, en la Universidad seguimos trabajando”. Pero lo que no puedo soportar es la mala educación. A mí me enseñaron de pequeño que si alguien me invita a su casa, y acepto, debo ser en primer lugar agradecido. Si no me gusta la comida que me ofrecen decir educadamente que no me apetece, y no opinar sobre un cuadro que me parece horrible salvo que insistan en que dé mi opinión.

Solo la mala educación, o la mala fe, pueden explicar la actitud de algunos a los que invitas a tu casa a que den su opinión sobre un asunto y aprovechan para escupir sus prejuicios y tópicos sobre otros que nada tienen que ver. Dicho esto, reconocer que la buena educación y la actitud positiva fueron, hechas estas excepciones, la norma en el resto de los asistentes, y así debo hacerlo notar y agradecer.


viernes, 30 de enero de 2015

Más sobre Rankings de Universidades

La publicación del ya famoso ARWU Ranking, o ranking de Shanghái, ha supuesto un cambio radical en el discurso político sobre las Universidades, especialmente en España, que alguien con conocimiento en estos asuntos debiera analizar en profundidad e intentar explicar. Lo que nació como una clasificación para uso interno en un país, China, se ha convertido en una referencia casi sagrada que está sirviendo incluso para definir dudosos objetivos en las políticas de educación e investigación: que alguna de nuestras Universidades figure entre las 100 mejores del mundo.

La constatación de que ninguna de nuestras Universidades aparezca en ese selecto grupo, y haya relativamente pocas en las centenas siguientes, ha sido una suerte de excusa para denostar todo el sistema universitario y exacerbar hasta límites no conocidos hasta ahora la crítica a sus defectos y carencias: ineficiencia, endogamia, corporativismo, gobierno clientelar, etc, etc. Personalmente no creo que esta concentración en el espacio y en el tiempo de críticas negativas sea casualidad, como tampoco lo son las que, desde un planteamiento diferente, utilizan la excusa de que muchos miembros destacados de Podemos sean “universitarios” para, acusándoles a continuación de revolucionarios ociosos que incumplen sus obligaciones, extender la crítica a la Universidad. No deja de ser curioso también que en un reciente estudio de la Fundación Europea Sociedad y Educación sobre “Opiniones de los Españoles sobre sus Universidades” se pregunte sobre la importancia de los rankings y se concluya que “unos dos quintos (de los encuestados) habían oído hablar de ellos y la inmensa mayoría de los encuestados (77,4%) consideró muy o bastante relevante el que hubiera (o no) alguna universidad entre las 200 primeras”.

Vaya por delante que creo efectivamente que hay muchas cosas que no funcionan bien en la Universidad. Llevo muchos años en ella, conozco unas cuantas y las he visto desde todos los ángulos: alumno, profesor, investigador y gestor. Es cierto que los que estamos dentro tenemos mucha responsabilidad en aquello que no funciona, pero también es cierto que los que intentan desde dentro cambiar para arreglarlo, chocan no sólo con los que, también desde dentro, lo dificultan, sino sobre todo con un marco normativo y unas estructuras que lo hacen casi imposible. Hay que añadir, por cierto, que nadie con responsabilidades de gobierno se ha atrevido a abordar este cambio, y sólo hemos visto en estos últimos años tomar medidas parciales, inconexas, incoherentes, nacidas además sin el necesario consenso.

Pero aparte del empecinamiento de algunos medios de comunicación influyentes para atacar de forma sistemática a la Universidad (pública) española, creo que hay dos motivos fundamentales que facilitan que ésta se encuentre siempre en el foco de las miradas y por tanto las críticas. El primero tiene que ver con el propio carácter de los que formamos parte de la institución. Nuestra tarea investigadora nos exige una aproximación crítica y objetiva a los problemas, que evidentemente aplicamos también a la visión sobre la institución que nos da trabajo. El segundo motivo tiene relación con la continua y sistemática evaluación a la que se ve sometida nuestra tarea: se evalúan titulaciones, centros, proyectos de investigación y, por supuesto, la actividad personal, tanto docente como investigadora. Las evaluaciones pueden tener sus deficiencias, pero dudo de que haya otro colectivo público e incluso privado sometido a semejante presión evaluadora.

Esto sin duda explica que muchos de los informes u opiniones más demoledores sobre el sistema universitario público hayan sido elaborados por expertos de dentro de la casa aunque habría que matizar que, en bastantes de estos casos, el término “experto” puede aceptarse si se refiere a su labor investigadora o docente, pero es de dudosa aplicación sobre su conocimiento de la legislación y normativa universitaria, y de la gestión de la institución.

Pero volviendo al famoso ARWU Ranking, me gustaría que hubiese alguno similar para hospitales, juzgados, parlamentos autonómicos, servicios municipales, e incluso para empresas e instituciones privadas. Ahora bien, si me dicen que el hospital público al que me toca acudir no está entre los 100 mejores del mundo no voy a temblar pensando que la atención sanitaria que recibo es deficiente. Muy al contrario, confío en sus profesionales y en su trabajo. Que no hubiera ninguno español tampoco me llevaría a pensar que nuestro sistema público de salud es un desastre.

Puestos a buscar algo con lo que comparar, y dado que la clasificación de las Universidades se basa casi en exclusiva en la investigación que realizan, se me ocurre utilizar el “R&D Industrial Scoreboard” publicado por la Comisión Europea que mide la inversión en investigación de empresas en todo el mundo, y que por tanto da una idea de en qué medida el sector privado se esfuerza en hacer investigación. Si analizamos las primeras 100, encontraríamos dos españolas, en concreto Banco de Santander y Telefónica. Seguro que la mayoría de los que lean esto, yo el primero, se sorprenderán de encontrar una entidad financiera entre las que más dedican a investigación. Si nos vamos al grupo de entre 100 y 200 primeras, habría que añadir una más (Amadeus), y tenemos que alargarnos hasta las 400 para encontrar a otra (Indra). En suma, tendríamos cuatro empresas españolas entre las 400  mejores (en términos de esfuerzo en I+D), y seis entre las 500. La pregunta es ¿cuántas universidades hay en esos mismos rangos? Pues exactamente el doble: ocho entre las 400 primeras, y doce entre las 500.

Estos son los datos, y ahora cada cual puede hacer sus interpretaciones. Las mías son las que siguen:
  •      En un país donde la investigación y la innovación no son una seña de identidad y menos una cuestión de estado (véase también Innovation EU Scoreboard 2014, donde España es clasificado como “Moderate Innovator”), podría decirse que las Universidades están por encima del nivel medio del país y del sector industrial en estas cuestiones. Datos, como por ejemplo el porcentaje de patentes por sectores, refuerzan esta idea.
  •      Las posiciones individuales de universidades, entidades o empresas en determinadas clasificaciones no pueden utilizarse para valorar la situación y posición internacional  relativa de un determinado sector de actividad, y mucho menos para guiar políticas educativas, de I+D+i o económicas. Del mismo modo que tener dos empresas entre las 100 primeras en investigación del mundo no coloca a nuestro país por encima de la media en innovación en la UE, el no tener ninguna universidad no sitúa a nuestro sistema universitario por debajo. No sería difícil concentrar esfuerzos políticos y económicos en aupar a un par de universidades entre las 100 primeras del mundo a costa de dejar al resto del sistema universitario incapaz de responder a las necesidades formativas y de investigación del país.

Creo que todos deberíamos ser más críticos a la hora de abrazar entusiásticamente clasificaciones sin conocer la metodología, los objetivos y el alcance con que se han realizado, y evitar utilizarlas como argumento, e incluso como arma arrojadiza. A la Universidad, además de su labor fundamental en la educación superior y la investigación, debe exigírsele una función social contribuyendo a crear una sociedad de ciudadanos formados, comprometidos, y con espíritu crítico. Y eso es algo que nada tiene que ver con la posición en un ranking.