NOTA: La siguiente entrada reproduce literalmente una colaboración realizada para un número especial de la revista Negocios en Navarra
No
es desgraciadamente extraño encontrarse con afirmaciones contundentes sobre el
alejamiento entre la investigación que se lleva a cabo en las Universidades y
su plasmación como innovaciones en productos o procesos que lleguen al mercado
o a la sociedad. Y es que estas afirmaciones, prejuicios más bien, solo
intentan presentar como un problema algo que habría de formularse como la
simple constatación de una diferencia de funciones y objetivos: ni la misión de
la Universidad es producir y vender, ni las empresas pueden permitirse
desarrollar conocimiento que difícilmente puedan rentabilizar. El problema por
tanto, o sería mejor decir el reto, es encontrar la vía de conexión entre la
creación de conocimiento y su materialización en avances tangibles para las
personas, y en beneficio económico y social.
Hay que decir por otra parte que en la consecución de este reto no son
solo necesarias las universidades y las empresas, aunque sí seguramente las más
importantes, sino que intervienen otros actores como centros tecnológicos y la
propia Administración.
Sirva
esta disquisición previa para contextualizar lo que ha sido y es el I+D+i en la
Universidad Pública de Navarra, y lo que pretendemos que sea en el futuro. Me
centraré especialmente en todo lo que tiene que ver con la investigación más
aplicada, y en la actividad que deriva en resultados de interés práctico y
aplicación a corto plazo. Es lo que habitualmente llamamos la Transferencia de
Conocimiento, y que constituye ya el denominado tercer pilar de la Universidad,
junto con los de Investigación y Docencia.
Superada
una primera etapa de crecimiento intenso tras la creación en 1987 de la
Universidad Pública de Navarra, la actividad de investigación se ha consolidado
en los últimos quince años en torno a los Grupos de Investigación como unidades
básicas, y cuyo número en este momento supera ligeramente los cien. Esos grupos
han desarrollado, según su estrategia y sus fuentes de financiación, desde
investigación fundamental o básica, hasta otra mucho más orientada o aplicada. La UPNA ha fomentado y apoyado en cualquier
caso la investigación de calidad, ya fuera básica u orientada, mediante la
evaluación sistemática, interna y externa, y la subsiguiente financiación de
estos grupos en función de sus rendimientos.
La
colaboración con empresas se ha realizado mayoritariamente en base a contratos
con las mismas, amparados por el Artículo 83 de la LOU (Ley Orgánica de
Universidades). Es la denominada Investigación
Contratada. Mediante estos contratos, la empresa recurre a los grupos de la
Universidad para beneficiarse de su conocimiento, experiencia, equipamiento,
etc., en actividades que van desde una simple asesoría hasta un complejo
proyecto de I+D. Es evidente que las empresas que recurren a la Universidad
reconocen no solo el conocimiento que ésta genera y atesora, sino también la
capacidad de sus grupos de investigación, de muchos de ellos, en orientar ese conocimiento
para resolver problemas concretos. Los grupos de investigación encuentran en
estos proyectos la motivación que da el ver plasmado el trabajo propio en
resultados tangibles, y en muchos casos inspiración para nuevos retos
investigadores.
Si
bien no todos los grupos de investigación en la UPNA realizan actividades de
transferencia, ni todos lo hacen en la misma medida, puede afirmarse que nuestra Universidad es muy activa en la
colaboración con empresas, muy en especial con aquellas de nuestro entorno
geográfico más próximo. Así, y antes de que la crisis produjera sus
devastadores efectos, la UPNA firmó más de 130 contratos de colaboración con
entidades privadas por importes de 3,2 M€, cifra muy notable. Por otra parte,
en un estudio realizado recientemente se intentó valorar el grado de
satisfacción tanto de las empresas como de los investigadores de la UPNA tras
estos contratos de colaboración. El estudio aportó unos resultados
verdaderamente positivos: así, por ejemplo, en un rango de 1 a 7, el deseo de
volver a colaborar con la UPNA alcanzaba los 5,6 puntos, y el grado de
confianza sobre los resultados de colaboración del 5,8.
La
colaboración Universidad-Empresa mediante contratos ha sido, y es, la dominante
en la UPNA y en general en todas las Universidades de nuestro país. Supone un
mecanismo básico de contraprestación de servicio tecnológico, o de otro tipo,
desde la Universidad a la empresa y, como se ha dicho, proporciona en general
un resultado satisfactorio. Sin embargo, ha de reconocerse que es un modelo de
colaboración que presenta limitaciones, sobre todo si se plantea como un
“encargo” de la empresa a los investigadores. Una colaboración efectiva exige
un conocimiento mutuo importante que derive en confianza, y un seguimiento
continuo en el que los dos agentes se impliquen. Ello solo se consigue mediante
colaboraciones estables que en ocasiones comienzan con una asesoría y devienen
en proyectos a medio y largo plazo.
Otro
modelo de colaboración que ha cobrado fuerza en los últimos años es el de los
denominados proyectos colaborativos.
En ellos universidades, empresas y otros agentes participan en un proyecto en
el que todos obtienen beneficios. Unos en términos de nuevos productos o
procesos a explotar, otros en propiedad intelectual, en publicaciones e incluso
todos en propiedad intelectual de la que poder obtener rentabilidad económica.
Una condición necesaria en este tipo de proyectos colaborativos es la
participación de la administración dinamizando y cofinanciándolos, en aras de
fomentar y consolidar colaboraciones estables de diversos agentes del sistema
ciencia-tecnología-empresa. Ejemplos de proyectos colaborativos los encontramos
en los programas CENIT o INNPACTO del Ministerio de Industria, o los EUROINNOVA
del Gobierno de Navarra. En ellos la UPNA ha tenido un papel muy destacado en
términos cualitativos y cuantitativos, muy especialmente en el área de Energía.
Por
encima de todo, los proyectos colaborativos han tenido en nuestra Universidad
un efecto dinamizador importante, ya que permiten cohonestar, más que en la
investigación por contrato, la posibilidad de realizar investigación de corte
más básico, con sus derivaciones en aplicaciones de interés para una empresa o
grupo de empresas.
No
es inhabitual que uno de los resultados materiales de la investigación
realizada tanto en investigaciones contratadas o en proyectos colaborativos sea
alguna patente, pero aunque la invención corresponda, total o parcialmente, a
los investigadores de la Universidad, la propiedad industrial reside en el
primer caso en la empresa contratante,
mientras que en el segundo suele ser compartida. Por ello este tipo de patentes no cuentan en el “haber” de la
Universidad como uno de sus resultados, situación desafortunada ya que
contribuye a la imagen de que la Universidad no se preocupa de buscar
aplicación a los resultados de su investigación. Sin embargo patentes en
explotación cuyos autores pertenecen a la UPNA están detrás de productos
actualmente en el mercado como bioinsecticidas, convertidores de potencia en
paneles solares, chips de comunicación o selectores de monedas.
Hay
que decir también que en proyectos de investigación más básicos, nuestros
investigadores ven en muchos casos el valor práctico de sus trabajos y solicitan
la concesión de la patente correspondiente a través de la Universidad como
entidad titular. Son las denominadas patentes
universitarias. En esta cuestión, la del registro de patentes, la
Universidad Pública de Navarra aparece sistemáticamente en los rankings, entre
las seis primeras españolas (relativo a su tamaño), dato que viene a corroborar
lo dicho anteriormente sobre la apuesta de nuestra Universidad por la
transferencia de conocimiento.
El
problema de estas patentes universitarias, no solo aquí sino en todas partes,
es el de su comercialización y explotación. Ni las Universidades tienen
estructuras de comercialización ni, habitualmente, las patentes tienen la
madurez necesaria para ser reconocidas y valoradas por el mercado. De ahí que
la Universidad Pública de Navarra, junto con las otras ocho universidades del
denominado Grupo G9, se lanzó en 2011 a la creación de una Sociedad Limitada,
denominada Univalue, de la que es socia,
y cuyo objetivo es la valorización y comercialización de la cartera de patentes
y tecnologías del grupo de Universidades.
Se
trata de una experiencia pionera en nuestro país, y no demasiado común en el
contexto internacional. Difícilmente una universidad del tamaño de la nuestra
podría permitirse abordar la labor de valorización y comercialización de sus
patentes, y por ello la alianza con otras universidades con este fin se ha
considerado imprescindible. Univalue no ha nacido en las condiciones más
favorables pero confiamos en que la intensa labor que se está realizando dé sus
frutos más pronto que tarde.
Aparte
de la comercialización de las patentes universitarias por la vía de licencias a
terceros, una posibilidad alternativa, y particularmente interesante, es que
sea explotada por los propios investigadores a través de la creación de una
empresa, un spin-off universitario.
Ni siquiera en ocasiones es necesaria, ni incluso conveniente, la existencia de
tal patente, para que el know-how más
práctico dé lugar al producto o servicio que el spin off va a comercializar.
Las universidades llevamos ya muchos años apoyando y promoviendo la creación de
este tipo de empresas, aun en un entorno legislativo que no acaba de ser todo lo
favorable que sería necesario. La UPNA aprobó el pasado año una normativa que regula
incluso la posibilidad de que la Universidad como tal participe en el capital
de sus spin-off, como una forma de dar soporte y empaque a la empresa y también
de obtener retornos económicos si la iniciativa prospera.
Lejos
de quedarse en una mera cuestión de deseo o voluntad, el trabajo desarrollado
en este ámbito ha dado sus frutos. De las 13 spin-offs creadas en Navarra en
los últimos cinco años, 11 han surgido de la Universidad Pública de Navarra, y
siguen activas en este momento. Algunas de ellas han recibido premios en
certámenes nacionales tan importantes como el premio Bancaja, el UniProyecta, o
el RedEMPRENDIA.
Volviendo
a la cuestión de la colaboración directa entre la UPNA y el mundo de la
empresa, y siempre con el objetivo de explorar nuevos cauces que mejoren y
faciliten esa colaboración, se puso en marcha hace casi tres años el programa
de Cátedras Institucionales y de Empresa.
Más allá de colaboraciones puntuales en proyectos concretos, se trata en suma
de buscar alianzas estratégicas, estables en el tiempo a medio y largo plazo, con
una financiación mínima garantizada, y dentro de las cuales puedan abordarse
actividades de investigación, docencia, transferencia y divulgación. Se
establecen mecanismos de seguimiento de la colaboración al mayor nivel
institucional, que garanticen que se cumplen los objetivos planificados.
En
este momento podemos destacar la Cátedra de Energías Renovables (con Gamesa,
Acciona Energía, Acciona Windpower, Ingeteam y CENER), la Cátedra Grupo AN, la
Cátedra de Investigaciones sobre la Igualdad y la Integración Social (Cruz
Roja, Secretariado Gitano, Caritas, Red de Lucha contra la Pobreza y la
Exclusión Social), la Cátedra Mutua Navarra, y la Cátedra Colegio de Ingenieros.
A ellas hay que unir también tres cátedras financiadas por Fundación la Caixa
sobre Patrimonio Inmaterial, Liderazgo y Estrategia Empresarial, y UNESCO de
Ciudadanía, Pluralismo y Convivencia.
Esperamos
mucho de estas nuevas experiencias de colaboración, y confiamos también que a
estas cátedras mencionadas puedan unirse otras en un futuro. Pretendemos
hacerlo especialmente con empresas e instituciones que operan en nuestro
entorno más próximo.
Otra
iniciativa, ésta mucho más reciente, que se está llevando a cabo dentro de la UPNA
es la creación de Institutos de
Investigación. Estos institutos aglutinarán a los investigadores más
activos en torno a las áreas de investigación más potentes de la Universidad, y
con mayor potencial de transferencia al entorno. Sin abandonar las líneas de
investigación ahora en curso, se trata de apostar por algunas en que el
potencial de colaboración y las sinergias son mayores. La creación de estos
institutos redundará sin duda en una mejor visibilidad y comprensión de la
investigación, y de la oferta tecnológica de la UPNA, y por tanto facilitará
también la interacción con el entorno económico y social.
En
esta colaboración he intentado resumir de qué forma se aborda en la
Universidad, y muy en particular en la Universidad Pública de Navarra, el
objetivo de convertir la ciencia y la creación de nuevo conocimiento en valor
económico y en progreso social. La Universidad debe preservar su función
irrenunciable de investigar para contribuir a la creación de nuevo
conocimiento, pero a la vez debe velar por que éste se oriente a la generación
de ese valor. Para ello debe mantener una relación fluida con el entorno
económico y social, especialmente el más próximo. El hecho de haber sido
considerada, según el último estudio del BBVA-IVIE, como la cuarta universidad española en “Innovación
y aplicación de sus resultados”, siendo solo superada por las grandes
politécnicas, es sin duda una prueba del éxito en esta misión. Nuestra
intención es seguir apostando en esta línea, y algunas de las iniciativas
apuntadas más arriba nos permitirán sin duda mantener y mejorar nuestros
resultados.