NOTA: Esta entrada reproduce la colaboración realizada para la revista Negocios en Navarra en su número especial de Marzo de 2015 sobre Innovación.
Escribía en este medio hace unos
cuantos meses sobre este mismo tema, y relataba entonces los diferentes
mecanismos e instrumentos que desde la Universidad Pública de Navarra se
utilizan para fomentar la traslación de resultados de la investigación en
innovaciones, esto es, en productos, procesos o servicios de valor comercial o
social. Me piden ahora, con motivo del aniversario de Negocios en Navarra,
escribir sobre este mismo asunto y lógicamente debo abordarlo desde otra
perspectiva para no repetir ideas y argumentos. Sin embargo, sí que me gustaría
insistir, como entonces, en una cuestión previa y es la de negar el discurso,
por suerte cada vez menos extendido, del alejamiento entre la investigación
universitaria y las necesidades de las empresas, y por tanto de la innovación.
Muchos datos de los que me he hecho eco en otras ocasiones así lo atestiguan de
forma palmaria. En el caso particular de la Universidad Pública de Navarra, la
última edición del U-Ranking del BBVA-IVIE publicada en marzo vuelve a ponernos
en las posiciones de cabeza en “Desarrollo Tecnológico e Innovación”, superados
por universidades de corte politécnico. En esa clasificación se tienen en
cuenta indicadores que miden ingresos por contratos y servicios a empresas,
patentes o cursos de formación continua.
El proceso que conduce a una
innovación no se ve, ya desde hace mucho tiempo, como un mecanismo lineal,
simple, que lleva la generación de un conocimiento o idea nueva (por ejemplo en
la universidad) a un producto con valor
práctico o comercial (desarrollado en una empresa). Hoy día se reconoce que el proceso puede ser,
o es, mucho más complejo que todo eso y paradigmas como la innovación abierta (open innovation) plantean la necesidad
de múltiples actores, con conexiones complejas que dan lugar a esas deseadas
innovaciones. En este sentido, las Universidades, en la medida en que una de
sus misiones básicas es la de generación de conocimiento a través de la
investigación, son agentes clave en el
ecosistema de la innovación. De hecho, lo han sido siempre, aunque de
forma inconsciente y no explícita. No es necesario relatar cuántos frutos de la
investigación (universitaria o no) constituyen la base de innovaciones
radicales que han servido al progreso y al bienestar humano, y evidentemente al
desarrollo económico.
Sin embargo, la posición y el
papel de las universidades en estas cuestiones han evolucionado, de forma muy
rápida en las dos últimas décadas, y lo seguirán haciendo. El primer cambio
tiene como base la propia concienciación de ser parte del proceso de
innovación: llegar a un resultado tangible, aplicable, y no digamos ya
vendible, no era un parámetro que generalmente se considerara al plantear un
proyecto de investigación, sino que como mucho se presumía sería consecuencia
natural cuando “otros” repararan en su valor. Hoy día, la orientación hacia
resultados tangibles está presente, en mayor o menor medida dependiendo de la
disciplina, en muchas de las investigaciones que se inician, y de hecho es más
habitual que sea un parámetro fundamental a la hora de asignar financiación al
proyecto. Las convocatorias del programa H2020 de la Unión Europea son un buen
ejemplo de ello.
El segundo cambio tiene que ver
con el tiempo. Poco importaba antes que los resultados más tangibles o
prácticos de una investigación llegaran al cabo de mucho tiempo, si alguna vez
lo hacían. Las investigaciones de corte más fundamental requieren de plazos
medios o largos y de continuidad para producir sus frutos más relevantes, pero
eso debe y puede ser compatible con extraer a lo largo del proceso frutos en
tiempos cortos. A veces resultados fallidos o marginales, sin interés en el
objetivo final, tienen aplicación en otros ámbitos, pero para que sea así es
necesario estar concienciado y preparado para identificarlos. La investigación
espacial o la de altas energías son un buen ejemplo de ellos.
Pero naturalmente esta visión
finalista no puede adquirirse desde una posición aislada en el sistema de
innovación, sino que requiere de una interacción permanente con el resto de
agentes, entre los que se cuentan empresas, centros de investigación,
facilitadores (OTRIS, consultores…) y la Administración. Y por supuesto con una
visión y alcance absolutamente globales, dado que la innovación no conoce
fronteras. Es por tanto imprescindible explorar cualquier tipo de cauce que
facilite en primer lugar el conocimiento y en segundo la interacción entre los
diferentes agentes mencionados más arriba. Es más, cuando a veces y de forma
simplista hablamos de “la universidad” o “la empresa” (especialmente la grande)
como entes monolíticos, pasamos por alto que dentro de ellas hay a su vez
muchos compartimentos estancos que necesitan comunicarse entre sí, además de
con el exterior.
En este sentido, y en lo que se
refiere a la Universidad Pública de Navarra y a nuestra Comunidad por
extensión, se han dado en los últimos meses varias circunstancias que pueden
ser claves para acelerar los procesos de innovación en los que estamos
inmersos. Dentro de la propia Universidad está la creación de los dos primeros
Institutos de Investigación (Smart Cities y Advanced Materials), a los que
seguirán previsiblemente otros. En su concepción está el objetivo de fomentar
la interacción entre nuestros propios investigadores en entornos
multidisciplinares, y el de conseguir una mejor interlocución con el entorno,
tanto local como nacional e internacional. Está previsto que estos Institutos
establezcan mecanismos de comunicación permanente con el sector productivo y la
sociedad. Si bien los investigadores que configuran estos institutos tienen una
amplia y acreditada experiencia investigadora y de colaboración con la empresa,
el nuevo marco de los institutos está preparado para facilitar el camino hacia
la innovación.
Otro elemento llamado a tener un
enorme impacto en la misma dirección, pero a medio y largo plazo, es la
creación de la Escuela de Doctorado de Navarra, EDONA. La Escuela, en su primer
año de andadura, nace de acuerdo con un nuevo modelo en la formación de
investigadores, en el que la visión de los doctores como agentes claves en la
innovación es un sello de identidad. Es fundamental que los futuros investigadores
inicien su proceso formativo con una perspectiva mucho más abierta que la de
especializarse en un ámbito investigador concreto, como ocurría en el pasado.
Pretendemos ahora que sean más permeables a la influencia del entorno
productivo y que adquieran capacidades y habilidades de comunicación con él, y
que además se produzca una mayor interacción entre doctorandos de ámbitos de
conocimiento diferentes. La propia Escuela incluye en su comité de dirección
personas ajenas a la Universidad que pueden ayudar a orientar correctamente
esta nueva estrategia. Entre otros elementos, queremos fomentar doctorados
industriales que, bajo la dirección académica universitaria, se desarrollen
esencialmente en empresas o centros tecnológicos.
Un tercer elemento tiene que ver
con la creación de empresas a partir de resultados de la investigación
universitaria, denominadas EBTs (Empresas de Base Tecnológica) en sentido
amplio aunque su negocio no esté basado necesariamente en tecnología. Se trata
de facilitar el camino hacia la comercialización de resultados de
investigaciones, con la implicación y participación de los propios
investigadores en la empresa, y que culmina un proceso iniciado en la
universidad. Las universidades estamos comprometidas desde hace tiempo en el
fomento y la incentivación de este tipo de iniciativas porque constituyen un
mecanismo muy eficiente de convertir la investigación en innovación. No solo
eso sino que hemos desarrollado procedimientos y mecanismos que, de acuerdo con
modificaciones legislativas recientes, permiten a las universidades participar
en el capital de las empresas así creadas, dotándolas de un mayor impulso y
posibilitando eventualmente el retorno de beneficios. En esta línea, en fechas
recientes la Universidad Pública de Navarra ha aprobado la participación en dos
empresas creadas por investigadores de la casa, NADETECH Y NAUDIT, y se estima
que este año habrá al menos otras tantas. Es oportuno destacar aquí que los
investigadores (profesores) que están detrás de estas empresas acreditan
trayectorias investigadoras muy relevantes, lo que demuestra que investigación
básica e innovación no son incompatibles.
No quiero terminar esta
colaboración sin mencionar un hecho, externo a la Universidad Pública de
Navarra, pero que creo está llamado a tener un gran impacto en la mejora del
ecosistema de innovación en Navarra. Me refiero a la creación de la corporación
tecnológica Aditech, que aglutina centros tecnológicos ya existentes en nuestra
comunidad. Me refería antes a la necesidad de una intensa interrelación y
colaboración entre los diferentes agentes para mejorar la eficiencia en los
procesos de innovación, y en este sentido Aditech nace con vocación de estrecha
colaboración con la Universidad, actuando entre otras cosas como tractora de
resultados de investigación hacia el mercado.
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