En mi última entrada me refería al encuentro de la UIMP sobre la Excelencia en Investigación, sobre el que vuelvo en esta nueva entrada. Resultó significativo que muchos de los ponentes iniciaban su intervención analizando las acepciones y la etimología de la palabra "excelencia", para a continuación intentar acotar qué era la excelencia investigadora. Lo único que pareció claro de todo ello, al menos a mí, es que excelente es lo que sobresale del conjunto, sin que esté nada claro cuánto debe sobresalir y cómo se mide esto. Excelente es por tanto una parte, necesariamente pequeña, del conjunto en que se compara. Un magnífico ejemplo, o contraejemplo más bien, es el programa de Campus de Excelencia Internacional. Después de tres años de convocatorias, no hay prácticamente ninguna universidad (pública) que se haya quedado fuera de un Campus de Excelencia, si bien es verdad que no todos los Campus son de la misma categoría (Regional, Prometedor,..). Es obvio que si todos son de excelencia ninguno sobresale, con lo que tampoco puede ser excelente. Ejemplos similares podemos encontrar en los doctorados con mención de excelencia, y en otras convocatorias que sin llevar ese calificativo, lo asumían implícitamente.
Así que me temo que estas nuevas pretensiones de apostar por la excelencia acaben siendo de nuevo café para todos, con el agravante de que habrán dejado por el camino una gran parte de ofendidos en el colectivo de investigadores, y a todos agotados por someternos al enésimo proceso de evaluación. Para eso sería mucho mejor, como he dicho en otro momento, intentar en primer lugar elevar el nivel global de la investigación de este país y primar especialmente a quien destaque (si antes hemos evitado que se vaya).
Otro ejemplo de excelencia, y este sí que de verdad, es el logrado con los programas ICREA e Ikerbasque, de los que se habló también en Santander. Son dos ejemplos similares que muestran la clara visión y apuesta por la investigación que han tenido en Cataluña y en la CAV. Es tan simple como poner dinero encima de la mesa para contratar a investigadores, sobre todo jóvenes con enorme potencial y aportarles las condiciones necesarias para desarrollar un proyecto a medio plazo, independientemente de su origen, del área de investigación, y del centro al que se incorporen. Cuando la mayoría ha apostado por atraer inversiones que en muchos casos se van, o aportan solo puestos de trabajo a corto plazo, la decisión en estos casos ha ido por traer y anclar verdadero talento con resultados tangibles, eso sí, no a corto plazo. Y con esto no digo que no haya que intentar traer inversiones. Las cifras que aportaron son suficientemente elocuentes. En el caso de ICREA el coste de todo el programa en 2011 fue de 26,2 M€, mientras los fondos obtenidos por los investigadores ICREA fueron 48,4 M€, de los que la mitad aproximadamente provienen de fuera de nuestro país. A ello hay que añadir un buen número de patentes de las que 10 se licenciaron a empresas.
No haré una regla de tres, en función a nuestro tamaño relativo, para ver lo poco que costaría tener un programa así en Navarra.
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