martes, 31 de enero de 2012
Clasificación de universidades
En varias ocasiones he tenido la oportunidad de dar mi opinión sobre los rankings de universidades que se elaboran y publican por entidades diversas. Resumiendo mucho, creo que no tiene sentido clasificar y ordenar instituciones que, a pesar de ser todas ellas universidades, tienen un carácter muy diferente. Por tanto, reducir la valoración de una institución tan compleja a un único número, y derivar de él una ordenación, no tiene ningún sentido. Máxime, si a ese número no le acompaña otro que refleje la financiación que recibe.
De otra parte, el peligro que entrañan esas clasificaciones es que el afán de conseguir una buena posición en ellas pervierta los objetivos de las instituciones, centrándolas solo en conseguir unos buenos valores en los indicadores que pesan más en el cálculo de esos rankings. Cuando se recurre al siempre socorrido ejemplo de las universidades de Estados Unidos, que copan los puestos de honor en todas las clasificaciones, se olvida que la gran mayoría de las universidades estadounidenses ni siquiera aparecen en esos rankings por tener una producción científica muy pobre. Por tanto, lograr universidades de élite se consigue en ese país a costa de tener un sistema muy heterogéneo donde se combinan centros de educación superior muy orientados a la docencia, con universidades netamente orientadas a la investigación. En nuestro país, con un sistema universitario mucho más homogéneo, todas las universidades públicas, y algunas privadas, aparecen siempre en las clasificaciones. Sin embargo, su carácter generalista y una sub-financiación, hacen que sea imposible que figuren en puestos de honor.
Vienen estos comentarios a cuento de dos informes que ayer remitimos a los investigadores de la Universidad Pública de Navarra. Lejos de reflejar, de forma plana, cuál es la posición de nuestra universidad en dos clasificaciones disponibles, lo que se ha intentado es analizar diferentes indicadores de producción científica (bibliométricos, proyectos, tesis, patentes, etc) de forma desagregada. Con ello, es posible tener una mejor imagen de cuál es la situación de la investigación en nuestra universidad, comparativamente con otras, y determinar aspectos de mejora. En todo caso, es necesario analizar estos datos de forma crítica, para darles el valor que merecen. Por un lado, y en cuanto a indicadores bibliométricos se refiere, conviene notar que las bases de datos que sirven de base son SCOPUS y WoS, cuya cobertura de ciencias humanas y sociales es muy limitado. Por otra parte, muchos indicadores son cuantitativos (número de tesis, número de proyectos, etc) y que obviamente no reflejan la calidad de la producción.
En todo caso, y como resumen, nuestra institución se encuentra casi siempre en posiciones medias altas de casi todos los indicadores, lo que es positivo para una institución tan joven. El elemento más mejorable es el de la “producción” de doctores, ya que el número de tesis leídas no es acorde con los buenos resultados en otros indicadores. La ausencia de titulaciones de corte más básico (física, química, biología, historia, medicina,..), que suelen ser las mayores canteras de doctorandos, es sin duda una de las causas fundamentales.
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Coincido plenamente en que dar un número que evalúe el funcionamiento o represente la calidad de una institución tan grande es un reto magnífico. Sin embargo, el hecho de que esto sea difícil no me parece un argumento de peso para desacreditarlo. De hecho, nuestra labor como docentes es dar un número los estudiantes, y de alguna manera, ordenarlos de la misma forma que los estudios ordenan a las Universidades. Por tanto, creo que la crítica debería ir hacia el baremo y el énfasis debería venir en cómo mejorar este baremo para que en las posiciones más altas estén las mejores, las justamente mejores y por tanto el esfuerzo por crecer en la clasificación no pervierta la misión de la institución.
ResponderEliminarTambién coincido en la importancia de la financiación, pero creo que más importante que la cantidad de financiación es la estabilidad de la misma en el largo plazo. Este es el parámetro que yo incluiría en los baremos: presupuesto y estabilidad de los mismos a largo plazo. Desafortunadamente muchas personas de nuestra sociedad utilizan el término "gastos en I+D" o "gasto en investigación" e incluso "gasto en educación". Me parece deleznable hablar de gasto cuando se trata de una inversión de futuro, diríamos que LA, con mayúsculas, inversión de futuro para conseguir viejos ideales del ser humano como son: el derecho a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad así como a un nivel de vida adecuado que le asegure la salud y el bienestar tal y como recoge la declaración de los derechos humanos.
Tal y como comentas, es una suerte para nuestra sociedad la accesibilidad del sistema universitario español, en contraposición con el estadounidense, y a mi modo de ver, el gobierno está obligado a garantizar el acceso a una enseñanza de calidad para todos y sobre todo, independientemente del estatus económico de cada uno. Ahora bien, todos los estudiantes no son iguales. Por tanto, los baremos para obtener los rankings de las universidades deberían reflejar las notas medias de los estudiantes que ingresan. De nuevo podríamos debatir si estas son justas, si reflejan la realidad,... pero desde luego que la calidad de los egresados está fuertemente determinada por la calidad de los ingresos y por tanto el mérito y el esfuerzo formador de una universidad dependen de ello.
A continuación, y sin haber hecho un estudio riguroso de la cuestión, me gustaría indicar algunas líneas de mejora y es que me parece que ciertas medidas podrían ayudar a mejorar nuestra posición en los rankings pero sobre todo a mejorar la calidad de las universidades españolas:
Si el prestigio, que de las becas FPU se extrapola en el informe, vendría complementado con una remuneración extra, con políticas de más continuidad, o beneficios para estancias y asistencias a congresos de prestigio, los futuros doctorandos entenderían que a más esfuerzo, mayor recompensa.
Si en vez de contabilizar el número de artículos se estudiara en detalle, la calidad y diferenciación entre los mismos, los investigadores entenderían que la calidad en las publicaciones debería primar sobre la cantidad.
Si se promovieran líneas de financiación a diez años, por ejemplo, con proyectos ambiciosos a largo plazo, los objetivos de los miembros de la comunidad universitaria podrían ser de mayor repercusión social.
Si los criterios de acceso ordenaran a los estudiantes en función de la nota de acceso y los mejores tuvieran ciertos privilegios, se transmitiría a los alumnos el inequívoco mensaje que la nota de acceso es importante para obtener la mejor formación.
Si además se impulsaran políticas de atracción del talento pre-universitario y universitario el número de posibles candidatos a realizar el doctorando aumentaría considerablemente, dotando a la UPNA de mayor músculo intelectual.